Córdoba, acercamiento II

Mirada a la gente y su peculiar universo

El cordobés es un andaluz pacífico, tranquilo, incluso sedentario, pero a su vez inquieto y ebrio de luces. Quizás embebido de su entorno, los artistas proyectan la luz y el color que se filtra entre sus enrejados balcones y patios de estilo tan genuino.Así el pueblo cordobés ha desarrollado una especial sensibilidad para apreciar y transmitir belleza. La gente es, diría yo, a partes iguales artista y campesina. Así la tierra se siembra de belleza, y no hay nada más preciado que los frutos silvestres que se encuentran aquí y allá. La belleza es distraida y a su vez coqueta. Belleza que no se pregunta así misma acerca de su capacidad para gustar, y que vive en un continuo y despreocupado alarde de virtuosismo. No hay el menor atisbo de artificio ni egolatría. El centro del mundo queda tan lejos de Córdoba como su necesidad de vivir del pasado. En cambio los cordobeses son todo aquello que eligen ser, un planeta orgulloso. Un mundo singular e irrenunciable. Habita aquí la relajación del afán por alcanzar una meta inalcanzable que predomina en otros sitios. La perfección es tan imperfecta que resulta ser casí perfecta. Los dichos populares se cuelgan de las paredes, los hombres sabios sestean y el refranero abarca el pan y la ciencia.