Previo a la siguiente anotación quiero cambiar el rumbo de mi blog. Así he decidido escribir acerca de cuestiones que por justicia tengo que reivindicar. Voy a señalar todo aquello que me parece mal en torno a mí, y por ende situaciones extensibles al resto del universo.
Por desgracia ya tengo material en abundancia, y aunque escribir de lugares bonitos es más grato considero que hablar de las injusticias es mucho más agradecido (al menos conmigo mismo). Material plenamente informativo, material de denuncia, material que escrito desde mi más profunda subjetividad refleja al fin y al cabo hechos extraidos desde la más profunda realidad. Un blog tan personal como universal. Un blog tan real como aquellos que caminan, comen, enferman a diario...
Quiero introducir en mi blog un acontecimiento que ha sucedido hace muy poquito tiempo, es algo personal que ha sucedido en mi entorno. Es la historia de un enfermo, su familia y la consecuente visita al hospital por motivos de salud. Vivo en Elche. Elche tiene un hospital. Ese hospital tiene un servicio de Urgencias donde se atienden "supuestamente" esas urgencias. Para nuestra desdicha la necesidad nos llevo hasta ese servicio de Urgencias. Cuando llegamos a la recepción del hospital me invadió la desazón que siempre me producen ese tipo de sitios. Yo tengo allí mis buenas horas gastadas, esperando a alguién la mayoría de veces (lo cual hace de las horas una cuerda más larga aún).
El servicio de Urgencias cuenta con camas donde algunos enfermos permanecen hasta el momento que son ingresados definitivamente, si su enfermedad así lo requiere. Las camas del hospital son limitadas, tan limitadas como el espacio donde se situan. Unas habitaciones comunales en las que se reparten camas alineadas a un lado y otro de la pared. Existen unas cortinillas que debieran preservar la intimidad de los que sufren. Así que compartimos nuestro dolor e inconformismo con tantos otros en la misma pésima situación. Pero hay momentos en los que es indispensable ausentarse de los ojos de los otros, ya que allí hay quienes no pueden realizar los actos más elementales en otro lugar salvo en el propio lecho. Yo los he visto, las cuñas malolientes, las sábanas manchadas, la sangre alzando el rojo por encima del blanco. Y todo esa miseria se proyecta en la más absoluta transparencia hasta encontrar la indiferencia de quienes se pasean como figurantes en un teatro. Allí se representa una obra dramática con tintes trágicos, y no es "El enfermo imaginario" de Moliere, sino otro muy real. Pero lo peor estaba aún por llegar.
Un día después del ingreso nos alcanza la pregunta de la doctora; Ud. debe elegir si marcharse a otro hospital o esperar aquí hasta el momento que haya una cama libre para quedarse en la planta. Nos aconsejaron encarecidamente desplazarnos a otra localidad (Torrevieja) debido al colapso que sufre el hospital. Díjimos que no, que creíamos tener derecho a recibir asistencia médica en nuestra propia localidad. Pero esa respuesta no fué del gusto de la doctora. ¿Consecuencia? Fuímos a parar con la cama a un pasillo. Si alguién pensaba que las cosas no podrían empeorar estaba muy equivocado. Desalojados de la "comuna" y en un pasillo junto a la puerta de un aseo, un lugar parecido a una autopista de enfermos en la que iban y venian lamentos, allí permanecimos largas horas sin apenas nada más que la cama y la rabia. Así que no podíamos quejarnos sin ser adelantados por otras quejas, alzar la voz sin encontrarnos con otra más alta, ni relajarnos sin ser sobrepasados por algún autoestopista dolorido. Pensamos seriamente que nuestro nueva ubicación respondía a una estrategia por la cual deberíamos finalmente aceptar ser trasladados a otro hospital. Resistimos. Obtamos por presentar reclamaciones y quejas varias. Para esos casos se ha habilitado una oficina que llaman "Servicio de Atención al Paciente". Yo la llamaría "muro de las lamentaciones". La funcionaria me miraba entre resignada y pasmada. A la salida y a la entrada de la oficina proclamé que aquello me parecía un mero "cortafuegos", hubiera quedado más satisfecho llamando al teléfono de la esperanza. Dí buena cuenta de la frustración que me provocaba aquella situación y me despaché escribiendo dos hojas plenas de preguntas, creí ver algunas cayéndose del pápel antes aún de ser entregadas. Pápel mojado. Fué como si hubiera querido hacer hablar a un mudo. El sistema es eso. No hay argumentos, ni razones, todo es una quimera. Me dijeron que en 15 días posiblemente habría llegado nuestra reclamación al responsable de turno (y yo pensé si sería tiempo suficiente para olvidarnos o si aún recordaríamos algo de lo sucedido en el tiempo que tuvieramos allí destinado a malvivir). Ni las contribuciones que se hacen a la Seguridad Social. Ni los Derechos proclamados en la Constitución ni la demás normativa de desarrollo en la que se asientan las bases de una prestación sanitaria gratuita y digna. Yo estuvé allí, yo lo padecí junto al resto de enfermos. Estuvé allí en el pasillo entre la cama de un señor que despotricaba y otro que dormía. En una fila de seres aguardando una hora feliz, sintiéndonos ínfimos como hormigas, observados por el resto de ratones escudriñadores, así permanecimos. Al fin que se me ocurrió llamar a una de las pocas puertas que nos quedaban. Expuse nuevamente mis razones, ya sin ira, simplemente con el peso de las razones aquel hombre que me miraba del otro lado de la mesa entendió que aquello perjudicaba a todos. A los profesionales, a los familiares de los enfermos y por supuesto a las principales víctimas: los enfermos.
Cuatro horas después nos encontrabamos en una sala espaciosa, la misma cama en un universo diferente. Allí el aire no estaba viciado, diría que era un paraiso escondido dentro de un hospital, quizás estaba recorriendo el famoso libro de Dante. Simplemente las paredes limpias, espacio suficiente entre personas para quejarse o hablar íntimimante, y una silla al lado de la cama. Sólo eso fué suficiente para devolvernos la consideración de personas. Tanto y tan poco.
(todavía contianuamos en el hospital, ahora ya en plena fase de estudio y valoración de la enfermedad)
-to be continued...-